Encajada en los valles del río Sil, la sierra de A Lastra y sus cumbres de roca caliza son una rareza en el paisaje gallego, donde se impone el granito.
Con sus 3.151,67 ha de superficie, Enciña da Lastra es el más joven de los seis parques naturales de Galicia (declarado el 04/04/2002), el cuarto en dimensión tras el vecino Invernadeiro (5.722 ha) y superado unas cien veces por la extensión del Xurés (30.000 ha); los tres en la provincia de Ourense.
En el parque hay innumerables grutas, que aquí se llaman “palas” (Pala Cumbeira, Pala da Zorra, Pala Pereda, Pala Cubelas), por lo que se ha convertido en lugar de peregrinación de espeleólogos y aficionados. En estas grutas, un reino mágico de estalactitas y estalagmitas, están algunas de las mayores colonias de murciélagos de España. El parque es también un refugio ornitológico.
La flora de Enciña da Lastra es un tanto peculiar en Galicia, ya que tiene ciertas características mediterráneas. Bosques de encinas, castaños, prados perfumados con el aroma del tomillo silvestre y más de 25 especies de orquídeas. En Galicia la naturaleza tiene sus caprichos.
La Serra da Lastra es el oriente natural de Galicia. Aquí la encina es un árbol con historia propia. Nos habla de clima mediterráneo y de los suelos calizos que precisa para existir. Por eso resulta escasa en el resto del territorio gallego.
Da nombre al Parque Natural pues parece ser que una encina de grandes dimensiones servía antaño de guía a los viajeros por estas encrucijadas. Es sólo una historia, pero una encina como ésa se puede admirar en un solar próximo al cementerio de Covas, y cuenta con el reconocimiento de Árbol Singular.
Acompañan a la encina otras especies de tipo mediterráneo: alcornoques, rebolos (roble de tronco pequeño), almendros y olivos. También hablamos de los castaños y retrocedemos dos mil años. En aquellos tiempos pasaron los romanos que llevaron de estos montes el oro para enriquecer el Imperio. Dejaron a cambio dos tesoros: la lengua y los castañales, elementos magistrales de este paisaje.
A nadie dejará indiferente la belleza de las torres montañosas de los Penedos do Oulego, las formas del barranco del Val do Inferno, los cortados de Pena Falcueira. El Sil divide este sistema montañoso generando un cañón de fuertes pendientes. El estrecho de Covas constituye la experiencia estética de los viajeros que atraviesan en tren la comarca.
Y todavía nos sorprenderá el interior de la tierra con las “palas”, palabra de origen prerromano que significa cuevas. Aquí está la mayor red de cavidades subterráneas de la comunidad y las mayores colonias de murciélagos en las cerca de doscientas simas y cuevas censadas. Algunas de gran longitud, como la Cova da zorra (600m) y hitos en la espeleología gallega como la pala de Xilberte, la pala do Pombo, la de Trasmonte o la pala de Tralapala.
El Parque cuenta con zonas de acceso restringido. Para la exploración de las palas o cuevas es necesario el contacto con asociaciones de espeleología.
De este espacio destacamos los lugares de Covas y Biobra, donde radica el Centro de Visitantes. La ruta entre Vilardesilva y Covas discurre por el margen derecho del Sil, descubriéndonos el cañón fluvial con increíbles gargantas que embalsan las aguas y sirven de lugar de caza a las aves rapaces.
Por otro lado, podremos acercarnos a los Penedos de Oulego por una senda muy exigente que aprovecha las pistas forestales y esconde paraísos naturales y paisajísticos que son el secreto mejor guardado de las duras sierras del oriente.
Destacan los bosques de encinas, castañales y matorrales mediterráneos que cuentan con peculiaridades como la presencia de campos de tomillares silvestres. Endemias florales de suelos calizos y otras rarezas como las más de 25 especies de orquídeas.
Los cañones y acantilados fluviales son hábitats de aves de rapiña y otras aves que hacen del Parque un interesante refugio ornitológico. Acoge la mayor concentración de aves nidificantes de Galicia. En las cuevas existen grandes colonias de murciélagos.
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